Esta pregunta se la hacen muchos padres cuando pretenden inscribir a sus hijos en el Waterpolo a través de un Club u otra instalación que cuente con una escuela. Desde luego, y de manera general, todos los padres tratan de velar porque la práctica de cualquier actividad física de sus hijos no implique un peligro para su integridad.
Desde hace ya algún tiempo esta polémica siempre ha existido. El Waterpolo es un deporte de contacto físico constante, pero no por ello debe ser violento. La violencia en cualquier actividad de la vida siempre trae consigo consecuencias funestas. Y a lo largo de la actual temporada, aquellos que por “afición ó necesidad” vemos muchos partidos de diferentes categorías, hemos podido constatar un incremento preocupante de actos violentos de jugadores en los partidos. De hecho se sancionan en la mayoría de los casos, pero también se “permiten” situaciones por parte de los que deben poner orden en los partidos, que siempre terminan en situaciones y resultados bastante desagradables, incluidas lesiones físicas.
Con esto no pretendemos criticar la meritoria y difícil labor que realizan los árbitros; y que ya de por sí no se compensa con nada. Y mucho menos apoyar cualquier actitud de agresión verbal que haya podido ocurrir contra ellos, por parte de algunos padres y aficionados en alguna circunstancia. Pero si pretendemos apelar a la reflexión individual por todas las partes de todo lo que ha sucedido, para evitar en el futuro situaciones similares, aunque siempre sean hechos muy puntuales.
Según el Reglamento de Waterpolo, los árbitros son la mayor autoridad antes, durante y después de cada partido. No se puede permitir que algún entrenador se pase el tiempo protestando, insultando para justificar con palabras y gestos las deficiencias de sus jugadores y que de manera fanática “anime” directa o indirectamente a estos y sus seguidores a mantener una postura similar ante cualquier decisión arbitral, a lo largo de todo el partido. Y todo para tratar de influir en el resultado del mismo, aunque con ello se genere una violencia innecesaria dentro del agua. Todo ello implica que se produzca más violencia entre los contrincantes durante los contactos físicos, aumente la tensión y, cuando menos se piensa, se pierda el “control del partido”, lo que provoca la toma de decisiones injustas en ocasiones. Para ello existen las advertencias, tarjetas y expulsiones aplicadas en su momento y adecuadamente en el Reglamento y que siempre es preferible aplicar a tiempo para evitar peores situaciones en el partido.
Ahí es donde hemos visto cierta “permisividad” últimamente. Incluso en algún caso un solo equipo concentra de manera desmesurada la mayoría de las expulsiones, llegando a ser el doble o más respecto a las del contrario, generando más violencia e irritando a entrenadores y seguidores que terminan perdiendo los papeles.
Esto lo hemos visto puntualmente en todas las categorías y sinceramente llamamos a la cordura para que, entre seguidores, entrenadores, árbitros y jugadores, este bello deporte no se catalogue de VIOLENTO como alguno que otro ya señala.
Nos gustaría que, sin caer en particularidades y ofensas, este tema se pudiera debatir en el Blog, y que los comentarios sirvieran de manera constructiva a ayudar a solventar estas situaciones. A vuestras opiniones nos encomendamos...
Desde hace ya algún tiempo esta polémica siempre ha existido. El Waterpolo es un deporte de contacto físico constante, pero no por ello debe ser violento. La violencia en cualquier actividad de la vida siempre trae consigo consecuencias funestas. Y a lo largo de la actual temporada, aquellos que por “afición ó necesidad” vemos muchos partidos de diferentes categorías, hemos podido constatar un incremento preocupante de actos violentos de jugadores en los partidos. De hecho se sancionan en la mayoría de los casos, pero también se “permiten” situaciones por parte de los que deben poner orden en los partidos, que siempre terminan en situaciones y resultados bastante desagradables, incluidas lesiones físicas.
Con esto no pretendemos criticar la meritoria y difícil labor que realizan los árbitros; y que ya de por sí no se compensa con nada. Y mucho menos apoyar cualquier actitud de agresión verbal que haya podido ocurrir contra ellos, por parte de algunos padres y aficionados en alguna circunstancia. Pero si pretendemos apelar a la reflexión individual por todas las partes de todo lo que ha sucedido, para evitar en el futuro situaciones similares, aunque siempre sean hechos muy puntuales.
Según el Reglamento de Waterpolo, los árbitros son la mayor autoridad antes, durante y después de cada partido. No se puede permitir que algún entrenador se pase el tiempo protestando, insultando para justificar con palabras y gestos las deficiencias de sus jugadores y que de manera fanática “anime” directa o indirectamente a estos y sus seguidores a mantener una postura similar ante cualquier decisión arbitral, a lo largo de todo el partido. Y todo para tratar de influir en el resultado del mismo, aunque con ello se genere una violencia innecesaria dentro del agua. Todo ello implica que se produzca más violencia entre los contrincantes durante los contactos físicos, aumente la tensión y, cuando menos se piensa, se pierda el “control del partido”, lo que provoca la toma de decisiones injustas en ocasiones. Para ello existen las advertencias, tarjetas y expulsiones aplicadas en su momento y adecuadamente en el Reglamento y que siempre es preferible aplicar a tiempo para evitar peores situaciones en el partido.
Ahí es donde hemos visto cierta “permisividad” últimamente. Incluso en algún caso un solo equipo concentra de manera desmesurada la mayoría de las expulsiones, llegando a ser el doble o más respecto a las del contrario, generando más violencia e irritando a entrenadores y seguidores que terminan perdiendo los papeles.
Esto lo hemos visto puntualmente en todas las categorías y sinceramente llamamos a la cordura para que, entre seguidores, entrenadores, árbitros y jugadores, este bello deporte no se catalogue de VIOLENTO como alguno que otro ya señala.
Nos gustaría que, sin caer en particularidades y ofensas, este tema se pudiera debatir en el Blog, y que los comentarios sirvieran de manera constructiva a ayudar a solventar estas situaciones. A vuestras opiniones nos encomendamos...
2 comentarios :
Soy jugadora de waterpolo y me ha gustado mucho la entrada. Soy de la categoria infantil y por mi experiencia no vea demasiada violencia (algun pique y poco mas) pero si que es verdad que en algunos partidos de categorias algo superiores las cosas se van un poco de las manos. Tambien pienso que los arbitros deberian ponerse algo mas duros y tanto padres como entrenadores apoyarles en su dificil tarea.
Me encanta este blog ! =) bss
Un tema muy interesante y un buen planteamiento. Entre el contacto y la violencia hay una delgada línea de separación que es fácil de sobrepasar si se descuida su vigilancia y el cumplimiento de las normas deportivas. Y lo que es más grave, incluso en las categorías de iniciación no es extraño ver como en algunos partidos el juego se va deteriorando y sobrepasa lo que debería de ser no más que “contacto”. Hay muchas circunstancias que propician que esto ocurra, pero me gustaría destacar, por encima de las demás, dos en particular:
1) Entrenadores que enseñan a sus jugadores (aun niños y niñas en muchos casos) a llevar su juego al límite del reglamento (o incluso un poquito más allá si el árbitro se lo permite) y 2) árbitros que por falta de capacitación o por (peor aun) no querer “complicaciones” permiten que esa frontera entre el contacto y la violencia se sobrepase. Un árbitro se puede equivocar, pero de ninguna manera debe de permitir que los límites se sobrepasen, ni que el reglamento sea más relajado para unos equipos que para otros. Atajarlo a tiempo, durante el partido, está exclusivamente en sus manos: esta es su responsabilidad. Una responsabilidad importantísima que exige de tecnificación, cualificación y reflexión después de cada jornada, temporada, etc. para afianzar lo que se esté haciendo bien y corregir lo que no. Esta es la función de la coordinación arbitral y, en mi opinión, no está evolucionando al mismo ritmo que mejora el nivel del waterpolo de nuestra región.
Reconozco y alabo la tarea (casi podríamos decir que “altruista”) de los árbitros, pero aquel que no tenga “aptitud” o “actitud” no debería arbitrar, porque hace más daño que favor a este bello deporte que es el waterpolo.
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